1.- la Casa de los espejos
En Cádiz (España) en la parte antigua de la cuidad, cerca de la Alameda,frente al monumento del marqués de Comillas junto al mar se sitúa una antigua casa abandonada de la cual cuentan ser una casa encantada. En la casa de los espejos vivió un capitán de barco con su esposa y su hija; la hija le pedía a su padre que cada vez que volviese de algún viaje este le trajese un espejo.La hija fue creciendo y se convirtió en una bella joven, además era una hija ejemplar, ante tanta grandiosidad el padre solo tenía ojos para ella. Pasaron y pasaron los años y su padre seguía regalandole espejos llegando a tener una gran colección compuesta por espejos de muchos lugares del mundo. La madre ante estos caprichos y la poca atención que recibía por parte de su marido discutía día a día con su hija cuando este se encontraba de viaje, era tan grande la envidia que en uno de los viajes envenenó a su hija para así obtener la absoluta atención de su marido.
Al llegar el padre, su esposa le dijo que su hija había padecido una grave enfermedad y había muerto. El padre enloquecido no podía creer que su ojito derecho había muerto y arremetía contra todo, cuando entonces vio reflejado en los espejos la muerte de su hija y el envenenamiento por parte de su madre. Al saber lo que realmente ocurrió logró que su esposa confesara, fue encarcelada muriendo al tiempo; el esposo se marchó de la casa para no volver jamás. La casa desde ese momento hasta día de hoy continua inhabitada. Al entrar en esa casa un escalofrío te recorre el cuerpo y aveces se pueden escuchar llantos de una niña que fluyen desde el piso de arriba, donde se encontraba la habitación de la niña, la cual aun posee sus paredes cubiertas por espejos intactos que aveces dejan de reflejar tu reflejo. Varias personas que han estado al interior de esa casa y en la habitación de la niña a sensacion es realmente inquietante.
2.- El viaje
Luego de haberla leído, cada vez que viajes en subte la recordarás.
Impresionante leyenda urbana que unifica la realidad con la fantasía, cuento que recrea una parte sórdida de la realidad social actual tiñéndola de suspenso mítico.
cuentan que...
Los dos jóvenes luego de arrebatarle la cartera a la anciana descienden corriendo por la boca del subte, observan cuidadosamente al guardia y asegurándose de no ser vistos saltan los molinetes, corren escaleras abajo riendo victoriosos hasta llegar al andén y allí esperan. Estaban tan llenos de energía que no podían mantenerse quietos, como si sus pies no tocaran el suelo.
Agitados, movían sus cabezas tratando de ver si alguien venía por ellos, mientras sus manos temblorosas y sudadas se repartían el poco dinero robado uno de los dos arrojaba la humilde cartera a un lado de las vías.
Sienten una vibración intensa y un fuerte ruido, mientras ven la luz acercarse a toda velocidad uno de ellos dice aliviado: Ahí viene
Segundos después el subte se detiene delante de ellos como invitándolos a entrar.
Se apresuran a subir ubicándose en el último asiento del último vagón para no llamar la atención.
Escuchan la chicharra que indica la partida, las puertas se cierran y la máquina avanza, entonces uno de los jóvenes alardea: ¡Uh! Como zafamos, lástima que es poca guita.
A esto su compañero le contesta: No importa, ahora que bajamos hacemos otra y ya está.
En ese momento llegan a una estación pero el subte pasa sin detenerse, ellos no parecen darse cuenta, luego se levantan y esperan junto a las puertas.
Llegan a otra estación pero el subte tampoco se detiene, se inquietan, notan que no hay nadie en el vagón así que avanzan al siguiente, pero tampoco encuentran pasajeros, así corren a lo largo del subte vacío hasta llegar al vagón guía.
La cabina de conductor está cerrada, golpean y gritan pero nadie responde, patean las puertas pero no se abren, las ventanillas parecen selladas. Se desesperan, están atrapados.
Ven pasar las estaciones mientras gritan y hacen ademanes, pero la gente no los mira, no parecen notar la máquina que pasa sin detenerse.
Cansado, uno de ellos se sienta y le dice al otro que continuaba pateando las puertas:
-En algún momento vamos a llegar a la terminal y va a tener que parar.
-El otro lo mira y con tono preocupado le pregunta: ¿y si no para?
-El miedo y los nervios por no entender lo que ocurría los lleva a discutir entre ellos:
-¿Qué decís?
-¡Acá no hay nadie!
-¿Y quién maneja?
-Yo que sé ¿Y si choca?
Se miraron fijamente un momento en absoluto silencio y luego corrieron despavoridos al último vagón, creyendo que ese sería el lugar más seguro si el choque daba a lugar.
Se acomodaron a esperar el impacto, mientras el subte avanzaba, pero nada ocurría, se preguntaban:
-¿Cuánto falta?
-No sé
Pasaba el tiempo y la pregunta era la misma ¿cuánto falta?
Entonces uno de ellos dijo:
-Algo está mal.
Y no volvieron a hablar, temían hacer la pregunta porque ya sabían que nunca llegarían, que no habrían ningún choque y que el subte no se detendría.
La máquina aun avanza rugiendo incansable por los eternos y oscuros túneles, los jóvenes solo poden ver de tanto en tanto algún rostro lejano en alguna estación sin nombre.
Extraños que no los ven, estaciones que se vuelven cada vez más parecidas. Pero mientras las vías sigan extendiéndose delante de ellos solo les quedará esperar.
3.- Sarah y Jenniffer
Esta historia pasó hace muchos años en un lugar alejado de la ciudad, en un pueblo de Nueva Jersey (EEUU)... No se sabe si lo que pasó fue verdad o si es sólo una leyenda; pero los inquilinos que ahora viven en la casa donde ocurrió la desgracia dicen que a veces por las noches oyen los gritos de una chica y los llantos de otra chica, de voz parecida a la de la primera, pero más bonita y clara, como si fueran las voces de dos hermanas adolescentes.Bueno; el caso es que, hace 40 ó 50 años atrás, en una casa grande de un pueblo de Nueva Jersey, vivía un feliz matrimonio con dos hijas de la misma edad, Sarah y Jeniffer, unas adolescentes de 16 y 17 años (Jeniffer era la mayor).
Era una familia que lo tenía todo; amor, bastante dinero... los padres creían que eran la familia perfecta, pero ignoraban algo respecto a sus hijas: el gran odio que Sarah sentía hacia Jeniffer. Le tenía una gran envidia a su hermana; ya que era más guapa, más alta, tenía más suerte con los chicos, era admirada por todos, tenía una voz más bonita, era la más popular, era la mayor de ellas dos... pero había algo que Sarah envidiaba muchísimo a Jeniffer, mucho más que cualquier otra cosa: sus ojos. Jeniffer no era vanidosa ni soberbia, pero no podía evitar decir que sus ojos eran su mayor orgullo, estaba orgullosísima de ellos, no paraba de alucinar con sus ojos, y es que eran perfectos: de un azul claro precioso, brillantes... y todos la admiraban por eso, todo el mundo le comentaba que tenía unos ojos preciosos.
El caso es que una tarde Sarah se quedó pensando en su cuarto sobre cómo podría destruir a su hermana Jeniffer, ya que la odiaba mucho, y se le ocurrió una idea bastante cruel y sanguinaria, aunque no era raro porque Sarah estaba volviéndose loca y enferma mental. Su principal objetivo era hacer que los ojos de Jeniffer dejaran de molestarla con su belleza, y que de paso Jeniffer dejara de ser la mejor en todo. Mientras Sarah se quedó en la casa preparando y materializando su plan, Jeniffer estaba dando una vuelta con las amigas por la ciudad, y los padres se habían ido al cine y al teatro, así que fue la ocasión perfecta para trazar su plan sin que nadie la viera.
Pasaron las horas, pasaron y pasaron, y se hizo de noche. Eran las 10:00. Jeniffer estaba yendo hacia su casa. Venía muy contenta y sonriente. Entró muy rápido en su casa sin mirar a su alrededor. Fue a su cuarto y se encontró con su cuadro de comunión roto y tirado en el suelo. Después empezó a recibir unas llamadas. Era alguien amenazándola con arrancarle los ojos y con destripar a su club de fans. La voz le resultaba conocida. Jeniffer se estaba asustando muchísimo, y también oía gritos fuera de la casa. Era Sarah, que lo hacía para asustarla más.
Diez minutos después, Jeniffer salió de la casa, y, nada más salir, se detuvo. Su boca se secó. Su corazón se paró. Se quedó de piedra con lo que vió. Lo que había visto era tan enormemente horrrible, tan orroroso, que se arrancó los ojos para no ver más. Era su propia hermana ahorcada de un árbol con tres puñaladas en el vientre y mirándola directamente a los ojos. Las ideas de la desquiciada Sarah habían quedado muy claras, y su venganza se había cumplido. Estuvo dispuesta a morir a cambio de que Jeniffer perdiera su felicidad, y, sobre todo, su mayor tesoro: sus ojos.
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